Mis lectores más internacionales se preguntarán:¿qué es la pella? La pella es, simple y llanamente, la coliflor, pero a partir de ahora la denominaremos “pella” por ser más expresivo y porque es mi blog y pongo lo que me da la gana.
En este artículo expondré varias razones para argumentar un hecho de por sí obvio: la pella dá mucho asco y debería estar prohibida por la ley.
Uno de sus grandes inconvenientes es que huele mal, no solo mal, muy mal. Es un olor característico que dan ganas de vomitar: automáticamente, abres la puerta y sabes que abominación te espera en la cocina. Huele a pedo ¿cómo iba a querer comerse alguien algo que huele a pedo? Argumentarán los defensores de la pella: la colonia también huele bien, y no te la comes. Es cierto, la colonia no me la como, me la bebo, y menudos pedos siderales que me agarro. Pero ese es otro tema que nos atañe sólo a mí y a mi psiquiatra. Volvamos a la pella.
También podría decirse a favor de la pella que tiene muchas vitaminas, minerales o proteínas. Bien, de acuerdo, todo eso es genial, pero las vitaminas también están en cápsulas, que no saben a nada, y desde luego, no huelen a pedo. Cápsulas, uno, pella, menos dos.
Por todo esto, deberíamos evitar la pella. Ha quedado más que claro que es algo horrible, pero para deducir eso no hacía falta escribir todo esto. Pero bueno, como conclusión y cierre, pasaré a comentar mi relación con la pella.
Podría decirse que la pella es uno de los entes gastronómicos que más odio, únicamente igualado por el cardo o las manitas de cerdo esas (otra cosa, que porque se llaman así, si los cerdos no tienen manos, pero bueno). Este odio se ha visto considerablemente incrementado al llegar a casa de mi abuela. No sé por qué esta mujer tiene la manía de intentar meterme la pella por las orejas, deben darle comisión o algo así. Cada vez que este vegetal pretende ser mi alimento, tenemos una conversación tal que así
— ¿No quieres pella?
— No me gusta
— ¿Ni un poquico?
— Que no me gusta
— ¿La has probado?
—Sí, y no me gusta.
— Si la hubieras probado te gustaría.
— Que te he dicho que no
— Bah, bah, tonterías, si la pella es riquísima, qué rica es la pella.
Atentos a este truco de: “qué rica es la pella, qué rica, esta exquisita, uhm que buena”. Este truco rastrero suele funcionar cuando tienes cuatro años y no quieres comerte el puré. Con diecinieve años, ese intento de persuasión me parece cuanto menos denigrante y humillante. Pero aún después de esto hay otra fase: cuestiones pelliles. Se empeña en preguntarme si a mi madre le gusta la pella, si a mi hermana le gusta la pella,si a mi padre le gusta la pella ¿Esta mujer no entiende que no es esa clase de cosas que se pregunta a alguien? Me lo estoy planteando como frase para ligar, en vez de ¿estudias o trabajas?, o ¿cómo te llamas?,se podría preguntar ¿te gusta la pella?. Seguro que ibas a triunfar un montón.